¿Por qué es tan importante el desarrollo del niño en la primera infancia?
- Comunicaciones Cariño
- 23 jun 2017
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Numerosas investigaciones en los campos de la Antropología, la Psicología del desarrollo, la Medicina, la Sociología y la Educación señalan la importancia fundamental que reviste el desarrollo en la primera infancia con respecto a la formación de la inteligencia, la personalidad y el comportamiento social.
Si el acompañamiento en la crianza está dirigido exclusivamente a aspectos específicos como la salud y la nutrición y no tienen en cuenta la índole holística del desarrollo en la primera infancia se corre peligro de obstaculizar el crecimiento y desarrollo pleno de los niños y niñas, pues tanto los factores biológicos como el medio ambiente afectan el desarrollo cerebral y el comportamiento.
Para los niños y niñas en situación de desventaja, la falta inicial de actividades que promuevan su desarrollo tiene un efecto devastador, ya que los que crecen en la pobreza reciben educación inferior a la de los de la clase media, debida en parte a la disminución de su capacidad de aprender en clase. Las oportunidades más propicias para ayudar a los niños y niñas en situación de desventaja a comenzar sus estudios escolares en un plano de mayor paridad con los demás se producen durante la primera infancia, cuando el desarrollo cerebral es más veloz y se sientan las bases del desarrollo cognoscitivo, social y emocional.
La comunidad internacional ha aceptado y promueve el derecho al desarrollo en la niñez. La Convención sobre los Derechos del Niño destaca con claridad la importancia del desarrollo en la primera infancia cuando dice que todos los niños y niñas tienen derecho a desarrollarse “en la máxima medida posible” (artículo 6) y que “los Estados Partes reconocen el derecho de todo niño a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social” (artículo 27).
El desarrollo en la primera infancia adquiere una importancia cada vez mayor en la garantía de los derechos de la niñez. El derecho de los niños y niñas de corta edad al desarrollo cognoscitivo, social y emocional saludable amerita la atención prioritaria de todos los gobiernos, organizaciones, comunidades, familias y personas responsables.
La primera infancia define la vida
Álvaro Posada Díaz Pediatra puericultor
El título de este texto fue muy atrevido hace unos años. Ahora es una verdad indiscutible, hasta el punto de que la comprensión de esta etapa de vida de los seres humanos es el faro del quehacer en la crianza y en las políticas públicas al respecto.
Desarrollo infantil
El desarrollo humano es el proceso de transformación de los seres humanos mediante el cual avanzan en sus capacidades de conformidad con sus necesidades, intereses y derechos, de tal modo que los niños y niñas alcanzan cada vez niveles más complejos de movimientos, pensamientos, sentimientos e interacción con los objetos, las personas que los rodean y la naturaleza. A lo largo de la historia se han postulado diferentes modos de ver este desarrollo y se han planteado distintas etapas de él.
En la actualidad el desarrollo no se entiende como se hizo tradicionalmente. Para el programa De cero a siempre (Colombia), el desarrollo se concibe como un proceso de reconstrucción y reorganización permanente.
Se abandona la idea de desarrollo como sucesión estable de etapas. No se concibe como un proceso lineal, sino caracterizado por ser irregular, de avances y retrocesos; que no tiene ni un principio definitivo y, claro, ni parece tener una etapa final, que nunca concluye, que siempre podría continuar.
A partir de esta concepción y con los aportes de las neurociencias en los últimos cincuenta años, es posible aceptar como referente analítico de las etapas de desarrollo de los niños y niñas (quienes no han cumplido dieciocho años) las siguientes: • Primera infancia: de la concepción al sexto cumpleaños • Segunda infancia: del sexto cumpleaños a la pubertad • Adolescencia: de la pubertad al cumplimiento de dieciocho años
El desarrollo en la primera infancia
Como resultado de las experiencias con los cuidadores adultos en la primera infancia se dan las bases del desarrollo físico, mental, emocional, de las aptitudes y de identidad cultural y personal, lo cual dicho de otro modo se refiere a salud emocional, salud biológica y salud social, por lo que la primera infancia se considera un período crítico para el desarrollo de la inteligencia, la personalidad y las actitudes prosociales. El desarrollo lleva a la socialización, que se suele entender como el conjunto de los aprendizajes conscientes e inconscientes que los individuos hacen a partir de las interacciones que tienen a lo largo de la vida.
En la primera infancia se dan la socialización primaria y la socialización secundaria.
La socialización primaria ocurre en la familia desde el nacimiento, durante los primeros años. Con ella se logra sentido de pertenencia, preparación para acatamiento de normas, construcción de valores y adaptación a las costumbres, así como capacidades básicas de relación. La socialización secundaria ocurre en la comunidad, generalmente al ingresar a alguna de las modalidades institucionales que se ofrecen a los niños y niñas menores de cinco años o al grado llamado Transición en la institución educativa. Con esta socialización se adquieren habilidades para interactuar con valores distintos, reglas de interrelación abierta, así como posibilidades de comunicación, cooperación y decisiones en grupo. El proceso de socialización es el momento de la construcción de la empatía consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Es, por lo tanto, la base de la ciudadanía, de la convivencia, de tal modo que se puede decir que de la clase de acompañamiento en esta etapa de la vida dependerán las características de los seres que participarán en la sociedad en la vida adulta: seres responsables (formados para atender las normas), respetuosos de la diversidad, con criterio y amor propio, o seres inseguros, ventajosos y violentos, sin preparación para acatar las normas.
Los primeros mil días de vida
Dada la precisión que las investigaciones recientes han aportado al desarrollo en la primera infancia es necesario referirse a la parte de ella que se conoce como los primeros mil días, que es el período que va de la concepción al segundo cumpleaños, lapso en el que la plasticidad cerebral y el desarrollo de conexiones neuronales se dan al máximo, con conquistas tan significativas como el desarrollo del lenguaje y la deambulación. Estas investigaciones se refieren al desarrollo en general y, especialmente al impacto que tiene en él la nutrición. De distintas fuentes se señalan algunos aspectos: • El crecimiento y la maduración del cerebro son rapidísimos en ese momento y determinan en gran medida todas las capacidades futuras para conocer, analizar y responder inteligentemente al mundo circundante. Proteger estas capacidades en la infancia La primera infancia define la vida favorece las oportunidades que ese niño o niña tendrá en la edad adulta. • Lo que ocurra en el trato, cuidado, en la nutrición de los niños y niñas en los primeros mil días de su vida determina mucho lo que le pasará en el resto de la vida. Es allí donde comienza el desarrollo del cerebro que lo llevará, posteriormente, a tener un adecuado aprendizaje en la escuela y mejorar sus competencias laborales. • La etapa del ser humano que va desde la concepción hasta los dos años de vida es fundamental para consolidar las bases necesarias para el desarrollo de las habilidades cognitivas (las capacidades verbales, de lectura, escritura, análisis, entre otras) y las socioemocionales (autoestima, autocontrol, perseverancia, trabajo en equipo, entre otras), necesarias para lograr un mejor desarrollo personal y profesional de la persona. Estas habilidades incrementan las posibilidades de obtener mayores logros e ingresos en el mercado laboral. • La ciencia ha demostrado que la nutrición en los primeros mil días de la vida de un niño o niña es fundamental para su desarrollo físico y mental. Una buena nutrición ayuda al desarrollo del cerebro y del cuerpo, para aprovechar todo su potencial cuando sea adulto. Si el cerebro de un niño o niña se desnutre en sus primeros mil días de vida por no recibir los nutrientes necesarios y adecuados, su futuro como ciudadano será, con seguridad, poco halagüeño, pues sus oportunidades se reducirán notablemente por la lamentable falta de habilidades básicas que no pudo desarrollar.
El desarrollo del cerebro en la primera infancia
Los avances más significativos en la comprensión del desarrollo humano los han aportado las neurociencias, con el perfeccionamiento de los conocimientos sobre cómo se desarrolla el cerebro, lo cual se podría resumir en que en la primera infancia se configura y se organiza el funcionamiento cerebral, es decir, se configura y se organiza la mente, pues es la época en la que se construye la arquitectura cerebral: formas de expresarse, de pensar de sentir y de aprender. En el campo del aprendizaje se adquieren las competencias necesarias para otros aprendizajes en otras épocas de la vida.
Las experiencias emocionales del niño o niña con sus cuidadores adultos en la primera infancia conducen a que este construya la capacidad de pensar el mundo que lo rodea y pensarse a sí mismo, es decir, construye su propio aparato psíquico, que se irá desarrollando hasta que logre ser alguien diferenciado como individuo integrado a la sociedad. Estas experiencias interhumanas ejercen una gran influencia en la estructuración y funcionalidad del cerebro, lo cual se traduce en la calidad de las habilidades sensoriales, emocionales, intelectuales, sociales, físicas y morales que tiene cada persona. Es por lo anterior por lo que se afirma con razón que un ser humano que cumplió seis años tiene ya la estructura neurológica para toda la vida, es decir, tiene el hardware y el software casi definitivos, que dicho coloquialmente es: tiene la mochila que lo acompañará hasta su muerte.
El conocimiento del desarrollo cerebral y el acompañamiento en la crianza
Como era de esperar, a lo largo del tiempo ha habido variaciones y conjunciones de los modos de ver y hacer el acompañamiento a niños, niñas y adolescentes. Las observaciones experimentales en animales, pero sobre todo las observaciones clínicas de resultados de distintos modos de acompañamiento, con buentrato o sin él, han sido las claves para entender el neurodesarrollo. En la actualidad, con los grandes avances de las neurociencias es de aceptación que el cerebro se entienda como un órgano con unidades funcionales encargadas de la supervivencia, la procreación y la protección a la descendencia. Estas unidades funcionales resultan de la interacción compleja entre el potencial aportado genéticamente y las experiencias de acompañamiento, en momentos de oportunidad específicos. Como ya se dijo, el desarrollo del cerebro constituye la base del comportamiento, el aprendizaje, así como de la expresión y gestión de las emociones, desarrollo que ocurre fundamentalmente en la primera infancia.
En este período la época de mejor oportunidad para un desarrollo cerebral sano y, por lo tanto, de mayor vulnerabilidad es desde la concepción hasta los dos años de edad.
Si las experiencias de acompañamiento de los niños y niñas son adecuadas y bientratadoras, el desarrollo cerebral será óptimo. Si, por el contrario, las experiencias de acompañamiento son inadecuadas y maltratadoras, el cerebro se organiza mal y su funcionalidad no es la óptima. Como conclusión de lo esbozado acerca del neurodesarrollo y del acompañamiento en la crianza es posible afirmar que el cerebro inmaduro de los niños y niñas es más sensible a las experiencias para formar adecuada o inadecuadamente sus distintos sistemas neuronales según el tipo de experiencia en el acompañamiento.
El conocimiento del desarrollo cerebral y las políticas públicas de primera infancia Los hallazgos sobre el desarrollo cerebral en los primeros años y sobre el impacto de la intervención en primera infancia han sido analizados también por economistas como el estadounidense James Heckman, nobel de Economía, cuyas investigaciones muestran que los niños nacen con capacidades similares y que la calidad de la intervención en los primeros años los discrimina y crea brechas que se mantienen durante el resto de la vida. El hogar y el medio en el que se nace son accidentales, pero se convierten a menudo en la principal fuente de inequidad. Además, es evidente que las desigualdades en la atención en la primera infancia tienen una gran incidencia en los procesos de reproducción de la pobreza, situaciones que es necesario corregir mediante el adecuado acompañamiento en la crianza y la formulación de políticas públicas orientadas a conseguir el mejor desarrollo en la primera infancia.
De lo expuesto en este apartado se desprende que la atención integral en la primera infancia se haya convertido en un imperativo político que garantiza el derecho a la educación, en un ahorro que evita gastos remediales y en una oportunidad para cambiar el curso del desarrollo, no solo de los niños y sus familias, sino de los países. Si priorizamos el comienzo de la vida, cambiamos toda la historia Unicef
En los últimos años, un gran número de estudios muestran que los programas para la primera infancia traen muchos beneficios, especialmente para los niños y niñas más pobres y vulnerables, pues compensan diversas carencias —nutricionales, de salud y estimulación, entre otras— que de no ser superadas oportunamente, seguirán siendo causa de desigualdad social y de vulneración de sus derechos fundamentales.
En varios países de América Latina y el Caribe es notorio el impulso de programas que promueven el desarrollo de niños y niñas durante la primera infancia, como los siguientes: Proyecto de atención integral al niño en Guatemala (1986), Educa a tu hijo en Cuba (1992), Arranque parejo en la vida en México (2001), Primeros Años en Argentina (2005), Chile Crece Contigo (2006), Creciendo con nuestros hijos en Ecuador (2007), De Cero a Siempre en Colombia (2011), Brasil cariñoso (2012), entre otros.
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