CRIANZA Y EJERCICIO DE LA AUTORIDAD
- Comunicaciones Cariño
- 11 may 2017
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Cuando se pregunta a los cuidadores de niños, niñas y adolescentes sobre lo que esperan como resultado de sus prácticas de crianza, las respuestas son múltiples, pero una de las más frecuentes es que quieren ser asertivos para que los niños sean obedientes, disciplinados y responsables. Esta respuesta plantea las estrechas relaciones de estos conceptos entre sí y con la autoridad.
AUTORIDAD
La palabra autoridad viene del latín auctoritas,-atis, que significa la influencia que se ejerce, por medio del ejemplo, para acompañar a los hijos en la crianza. Por eso el profesor chileno Manfred Max Neef la define como la capacidad de influencia que tiene la persona o el grupo a quien se le otorga legitimidad, en reconocimiento a sus capacidades y cualidades.
CRIANZA Y EJERCICIO DE LA AUTORIDAD Según Alberto Restrepo, profesor universitario colombiano, la autoridad en la crianza es el valor propio de quien puede generar opciones de relación válidas, esto es, que puedan ser obedecidas (escuchadas) por niños, niñas y adolescentes. Por lo anterior, el buen ejercicio de la autoridad en la crianza implica que el adulto cuidador sea autor de un buen acompañamiento, siendo un excelente modelo para los niños.
Cuando en la crianza no se ejerce la calidad de autor, se tiene que recurrir a mandar, dominar, intimidar, castigar, destruir y torturar, esto es, a ejercer el autoritarismo, sistema fundado en la sumisión incondicional a quien tiene la autoridad, y que por tanto reprime la libertad. El autoritarismo es una de las características determinantes de la crianza que no es humanizada.
La autoridad, por el contrario, es el mutuo respeto inspirado en la aceptación de los demás como legítimos, y hace respetar la libertad dándole sentido, por lo cual no puede implicar sometimiento.
La autoridad sobre los niños, niñas y adolescentes se la deben ganar los adultos; es un derecho para el cual hay que hacer méritos. Es pues, como todas las relaciones de crianza, un asunto de poder, que no se tiene por el solo hecho de ser adultos. Pero, ¿qué es el poder? Como lo explica el médico y educador chileno Luis Weinstein, el poder se puede entender en dos connotaciones: el poder de (o capacidad), y el poder sobre (o dominio). El primero conduce a la autoridad, mientras que el segundo conlleva al autoritarismo.
El proceso de crianza, entendido como la relación con los niños, las niñas y los adolescentes, es un proceso de educación que le permite al hombre, según el filósofo alemán Immanuel Kant, llegar a ser hombre, y que, según la pensadora alemana Hanna Arendt, no puede dejar de lado ni la autoridad ni la tradición.
La educación consiste en desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño, la niña o el adolescente, mediante la transmisión de preceptos, ejercicios o ejemplos. La educación tiene como objetivo explícito en la modernidad, según el filósofo español Fernando Savater, conseguir individuos auténticamente libres, entendiendo la libertad como la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, o de no obrar, y por tanto es responsable de sus actos. Como un logro de la socialización, la educación es entendida como convivencia en democracia, objetivo último y primordial de la crianza.
Por lo anterior, la autoridad que los adultos tienen sobre niños, niñas y adolescentes no es simplemente capacidad de dar órdenes, sino aptitud para facilitar y potenciar su desarrollo, siendo modelos permanentes y eficientes.
Como se puede desprender de lo expuesto, es posible comprender la autoridad, con el psicólogo suizo Jean Piaget, como un concepto democrático, que incluye además la construcción de reglas de conducta y de normas, así como la moralidad, mediante la coordinación de los diferentes puntos de vista que intervienen en una relación, y no mediante la imposición arbitraria de los adultos.
OBEDIENCIA
El término obediencia se deriva del latín obedire, que quiere decir oír, escuchar, dar crédito, creer. Estos significados implican que un niño, niña o adolescente obedece cuando escucha lo que responde a sus necesidades, potencialidades, capacidades y, sobre todo, a sus derechos.
También implican que obedece cuando escucha la opción que le satisface y cuando sabe que le creen, que le dan crédito.
Hay una clara relación entre obediencia y disciplina, señalada por la educadora familiar Ángela Marulanda, en el sentido de que ser obediente (obediencia situacional) es someterse sumisamente a la voluntad de otros, mientras que ser disciplinado es cumplir con el deber por voluntad y decisión propia (obediencia por compromiso).
DISCIPLINA
Según la Real Academia Española, la disciplina es la instrucción de una persona, especialmente en lo moral. Por su etimología latina, disciplina significa enseñar a los niños y adolescentes (discis y pueripuella), por lo cual es imposible entender la crianza sin disciplina.
La disciplina es un proceso con el que paulatinamente se consigue el autocontrol, base por excelencia de la construcción y reconstrucción de la autonomía. Un modo, lamentablemente muy común, de entorpecer este proceso, es el control coercitivo, mediado casi siempre por el castigo físico. El ejercicio de la disciplina tiene implícita la firmeza, la energía y la bondad.
Es el fruto de relaciones de respeto y conocimiento, que tienen como finalidad formar personas libres, responsables, solidarias y con espíritu de servicio.
Como se desprende de lo anterior, la disciplina es una condición para la formación de ciudadanía.
Al ejercer la disciplina se debe tener en cuenta que golpear a los niños es un abuso y un atropello a su integridad, y que el golpear lleva con facilidad a una baja autoestima, pues estos actos repetidos convencen a los niños de que no valen nada.
La función como padres no es la de domesticar, sino la de educar a los hijos, y la disciplina debe ser una enseñanza para tal fin. Este proceso debe cumplirse con métodos que respeten la dignidad y la integridad de los hijos, y golpearlos no es uno de ellos.
La idea según la cual quien fue golpeado en la niñez y la adolescencia se convierte en un golpeador en la adultez, lo ilustra la picaresca paisa en el “porque te quiero te aporrio”; además, existe la creencia popular de que de padres maltratadores suelen resultar hijos maltratadores cuando son adultos.
Ángela Marulanda tiene unas interesantes opiniones sobre este asunto, que pueden resultar muy útiles para los padres: Lo desventajoso de golpear a los hijos es que...
• No promueve remordimiento, sino que crea resentimiento • No promueve respeto, sino desprecio • No produce admiración, sino temor • No promueve deseos de enmendarse, sino deseos de vengarse • No promueve colaboración, sino hostilidad • No forma personas amables y correctas, sino personas amargadas y violentas
En relación con los premios como método de construcción de disciplina, se debe señalar lo peligroso que puede resultar este sistema, además de que, cuando es utilizado como parte central de la relación con los hijos, es castrador de la creatividad.
Sobre este aspecto, Ángela Marulanda dice que ser buenos padres no es cuestión de darles muchas cosas a los hijos, sino de darse como personas, teniendo en cuenta que el mejor premio es una frase amable, una frase que estimule, además, la construcción y reconstrucción de la autoestima, la cual es la base de la construcción y reconstrucción de todas las metas de desarrollo humano integral y diverso, así como del tejido de resiliencia.
Los niños, las niñas y los adolescentes no son barro para moldear; la función de los adultos en la crianza es ayudarlos a desarrollarse con la disciplina necesaria, por medio del mejor ejemplo, con el fin único de que sean seres responsables, es decir, seres capaces de reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.
Ángela Marulanda, en un hermoso juego de palabras al descomponer el término ‘responsabilidad’ en respons y abilidad, le da el significado forzado, pero interesante, de habilidad para responder, lo cual lleva una vez más a la importancia de los adultos como modelos en la crianza para la formación de esta habilidad.
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